02 diciembre 2020 por Javier Aldea

Desde tiempos inmemoriales, se ha utilizado la música buscando beneficios como calmar la mente, alegrar o purificar el alma, celebrar los acontecimientos más importantes, escribir recuerdos y transmitir historias. De este modo, se ha logrado tener una historia paralela sobre la escrita.

Los bebes nacen rasgando con fuerza sus cuerdas vocales y aprenden a cantar y golpear instrumentos casi antes que a caminar. Sin embargo, hay pocos estudios que demuestren su uso terapéutico de forma tan taxativa como lo hace este “trends in cognitive sciences” que podéis leer siguiendo este enlace.

Siendo niño me explicaron que las canciones en Do Mayor simbolizaban lo elemental, lo cotidiano y por eso éramos muy sensibles a ellas y nos parecían cercanas. Pero a nivel levadura, ¿tendrá alguna implicación si les ponemos música? Y de ser así, ¿importará el tono o modificará su cinética o comportamiento?

Lamentablemente no tengo respuesta para esto, al margen de que los humanos cuidadores del tanque de fermentación puede que estén menos tensionados y quizá les sirva para tratarlas con mucha más dedicación, e incluso estar más pendiente de los detalles. Beneficios habituales y comprobados de la música en los seres humanos.

Sin embargo, según afirma este estudio realizado en India sobre microorganismos, escuchando música tradicional de su país la saccharomyces cerevisiae aumenta su producción de alcohol hasta en un 15% (entre otros cambios de menor magnitud). Y todo ello, gracias a los canales mecanosensibles de las células y la energía cinética que les aporta el sonido (imagino que en afinación estándar a 440Hz a 20ºC).

Al parecer, en la vibración que le genera la música, la célula puede probar más configuraciones al estresar su cinética y pueden unir más reactivos y más rápidamente. Esto pediría estudiar qué rango de Hertz, tono o volumen es beneficioso y cuál puede estresar, y así encontrar el punto idóneo para cada estilo de cerveza. Esto permitiría incluso personalizar el cruce de cepas o breeding en base a la sensibilidad de algunas células.

Todo esto en Asia no es nada nuevo, ya que acostumbran a poner en jaque al resto del mundo cuando hablan de que la afinación en 432Hz -o afinación sagrada- repite patrones que te conectan con lo más sagrado que hay en ti, en base a repetir números relacionados con lo sagrado en las culturas antiguas.  O que la frecuencia a 285Hz actúa directamente sobre las células.

En realidad, todo esto lo utilizan dentro de la musicoterapia como técnica no sólo de desarrollo espiritual, sino de sanación (siendo reconocida incluso por la OMS). En el fondo, nuestro primer nivel de organización de la materia viva y en si de la vida es el nivel celular. No olvidemos que la cerveza, el ser humano y la música lo que seguro tienen en común son las matemáticas.

Esto puede llegar más allá, debido a que el sonido que es vibración puede tener capacidad e influencia no sólo en la levadura o bacteria, sino también en el resto de las biomoléculas. Incluso al moverse por un medio líquido, puede tener la capacidad de realizar muchos cambios. No olvidemos que se mueve más rápidamente en los medios mas densos o comprimidos y en los medios líquidos genera fluctuaciones de presión.  Por lo que un sonido imperceptible por nosotros puede estar actuando en la cinética de las levaduras. Eso explicaría en parte la dificultad de repetir el mismo producto en diversos lugares,  aun contando con similares medios.

Javier Aldea

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Javier Aldea

Crear siempre ha sido mi vida. 15 años dedicado en cuerpo y alma al estudio y desarrollo de cervezas y otras bebidas fermentadas.

Co-fundador y brewmaster en Nómada brewing y en la actualidad Manager del Brew&Hub de Mahou San Miguel

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